Suele considerarse que la curiosidad constituye una conducta natural, compartida por el ser humano y los animales. En el caso de las personas, entran en juego diversos factores psicológicos y emocionales que llevan a un individuo a la búsqueda de información para saciar su interés por ciertos datos o para confirmar alguna creencia. Gracias a la curiosidad, las personas interactúan con otros sujetos y con el entorno en general. Se puede asociar la curiosidad a un instinto que, incluso, forma parte de los mecanismos de subsistencia de los seres vivos. La curiosidad, en este sentido, se encuentra codificada en el ADN de las especies.
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