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viernes, 16 de septiembre de 2011

Miss Universo sufre una ola de insultos racistas

Muchos no supieron digerir la victoria de Leila Lopes, la espléndida y justa ganadora de Miss Universo 2011, que logró la hazaña de llevar la corona de este concurso de belleza a Angola y destronar la tradicional hegemonía de las misses sudamericanas. Amparados en el anonimato de Internet, un grupo de desalmados insultaron a la joven angoleña por el color de su piel. Ella, afortunadamente, no se deja intimidar.

La Policía brasileña ya investiga a los que se esconden bajo la página web Stormfront, donde se podían leer estos días deplorables comentarios en inglés y portugués del tipo: “¿Mono en un vestido? Absolutamente indignante”, “Una mona ganaría igual”, “Lo único que falta es que Hollywood invite a la vencedora para el papel de hija de King Kong”.

Pero no sólo fue la reina de la belleza el objetivo de las críticas, también otras de las participantes. “Me asustan algunos países blancos europeos con representantes no blancas”, se podía leer en uno de los comentarios. Ya el año pasado Stormfront realizó ataques similares a las concursantes con motivo de sus orígenes étnicos.

La nueva Miss Universo, antes de conocerse la polémica suscitada por estos mensajes, aseguraba que no temer ser víctima del racismo por el hecho de ser negra. “No me afecta. Los racistas son los que deben buscar ayuda, porque no es normal que una persona piense así en el siglo XXI. No hay fundamento para ningún tipo de prejuicio”, explicaba con su habitual desparpajo.


Un mini microscopio podría ayudar a los científicos a saber cómo dirige el cerebro los movimientos

Esa es una cantidad de células mayor de las que pueden ser analizadas utilizando un costoso microscopio de dos fotones, que no permite que el animal se mueva, señala Mark Schnitzer, neurocientífico de la Universidad de Stanford (EE.UU.) y uno de los creadores del dispositivo. El microscopio está diseñado para detectar la luz fluorescente, que se utiliza a menudo en la investigación biológica para marcar las diferentes células.

Schnitzer, ganador del premio TR35 en 2003, señala que es difícil calcular el coste de construcción del microscopio, aunque señala que cada componente cuesta solo unos pocos dólares. Schnitzer y algunos de sus colaboradores han creado una startup para comercializar el dispositivo.

La investigación es parte de una tendencia creciente en la microscopía por crear dispositivos cada vez más pequeños y que sean útiles para todo, desde nuevas áreas de investigación hasta la detección de la tuberculosis en los países en desarrollo. Estos nuevos y diminutos dispositivos han sido posibles en gran parte por la rápida caída de los costes y el tamaño de los componentes electrónicos -una tendencia que a su vez ha sido impulsada por la demanda de dispositivos de consumo.

"El enorme volumen del mercado de la telefonía móvil está bajando los costes sin sacrificar el rendimiento", señala Aydogan Ozcan, profesor de ingeniería eléctrica y biomédica en la Universidad de California en Los Ángeles. "Los científicos se están dando cuenta de que gracias a una arquitectura compacta y efectiva a cuanto costes, pueden adquirir componentes que hace una década hubiesen costado miles de dólares, en caso de haberlos podido encontrar".

El núcleo del microscopio de Stanford es un sensor semiconductor complementario de metal-óxido (CMOS, por sus siglas en inglés) como los que se encuentran en las cámaras de los teléfonos móviles. Todos los componentes utilizados son o bien producidos en masa o susceptibles de serlo, por lo que es fácil aumentar la producción. La investigación fue publicada el domingo en la revista Nature Methods.

El desarrollo del dispositivo fue impulsado por el deseo de los investigadores de estudiar cómo dirige el cerebro el movimiento, una tarea que requiere un microscopio que pueda estudiar las células del cerebro mientras los animales se mueven y se comportan de forma natural. El equipo de Schnitzer había desarrollado previamente un pequeño microscopio flexible en el que la luz se hacía llegar al cerebro a través de un cable de fibra óptica. Sin embargo, este enfoque limita el movimiento del animal y captura la actividad solo en una región muy pequeña del cerebro. También es caro: los componentes ópticos y electrónicos cuestan entre 25.000 y 50.000 dólares (entre 18.000 y 36.000 euros).

El nuevo dispositivo tiene un mayor campo de visión, y todos los componentes ópticos se integran en la carcasa colocada en la cabeza del animal. "El avance en la capacidad de crear un alcance fluorescente así de compacto es realmente importante", señala Daniel Fletcher, bioingeniero de la Universidad de California, en Berkeley, que no estuvo involucrado en la investigación. "El hecho de que el animal sea capaz de llevar colocado encima todo el microscopio abre muchas más posibilidades en el estudio de la conducta".

Schnitzer señala que el microscopio tienen usos más allá de las imágenes cerebrales. Se pueden unir varios microscopios y utilizarse para contar rápidamente células animales o analizar animales de laboratorio, como el pez cebra, que se utilizan en el desarrollo de fármacos.


El observatorio Kepler descubre el Tatooine real de Star Wars

Un equipo de científicos del Centro "Harvard-Smithsoniano" de astrofísica, junto con el SETI, han descubierto mediante el acceso a ciertos datos del observatorio espacial Kepler, un planeta que orbita un sistema estelar binario, pasando así por delante de dos estrellas a lo largo de su órbita.

Dicho planeta recibe el nombre de Kepler-16b, el cual se asemeja en masa y composición a Saturno, lo cual imposibilita el deleitarse con una doble puesta de sol, dado que su composición gaseosa anula la posibilidad de supervivencia en su superficie.

A pesar de que Kepler-16b orbita a una distancia similar a la de Venus en nuestro sistema solar, el tamaño de sus dos soles, cuya masa es del 20% y del 69% del nuestro, hace que sea un planeta muy frío, y por tanto, sería otra razón más para ser un planeta inhabitable.

La misión del observatorio Kepler es encontrar y analizar planetas similares a la Tierra existentes en el Universo. El descubrimiento de hoy demuestra que muchas estrellas podrían tener planetas en órbita, y por ello, al exitoso observatorio Kepler, le queda mucho trabajo por delante.



El hielo ártico se acerca a un nuevo mínimo histórico


Este año, la extensión de la banquisa ártica ya es comparable al mínimo histórico registrado en el año 2007.

Según los científicos de la Universidad de Bremen, Alemania, es posible que a principios de septiembre la extensión de la banquisa ártica descendiese por debajo del nivel registrado en 2007.

Sus resultados se basan en los datos recogidos por el sensor japonés que viaja a bordo del satélite Aqua de la NASA.

Otros grupos de expertos, como el Centro Nacional Estadounidense de Datos sobre Nieve y Hielos (NSIDC), creen que todavía no se ha alcanzado el récord de 2007, aunque no descartan la posibilidad de que se alcance en las próximas semanas.

Los distintos grupos de investigadores utilizan diferentes técnicas para estimar la extensión del hielo marino a partir de los datos proporcionados por los satélites, aunque las diferencias en sus resultados son prácticamente despreciables.



"Parece que nos encontramos ante una muestra del calentamiento antropogénico del planeta, con consecuencias a escala global", comenta Georg Heygster, de la Universidad de Bremen.

"Una consecuencia directa es la reducción drástica del hábitat y del sustento de un gran número de pequeños animales, algas, peces y mamíferos, como los osos polares o las focas".

Los científicos ya habían anticipado la posibilidad de que este año se alcanzase un nuevo mínimo histórico, en especial cuando los satélites detectaron que las dos principales rutas marítimas del Ártico se abrían simultáneamente en el mes de agosto - una clara prueba del fuerte deshielo de este año.

Durante los últimos 30 años, los satélites de observación de la Tierra han sido testigos de cómo la extensión mínima (medida a finales del verano) de la banquisa se reducía a la mitad, pasando de los 8 millones de kilómetros cuadrados a principios de los ochenta al mínimo histórico de tan sólo 4 millones de kilómetros cuadrados en 2007.

Actualmente, se está estudiando la evolución del hielo marino con una gran variedad de sensores espaciales. Los radares, como el embarcado en el satélite Envisat de la ESA, son capaces de tomar imágenes de alta resolución a través de las nubes y en la oscuridad, lo que es particularmente útil a la hora de estudiar el Ártico, una región en la que son frecuentes las condiciones meteorológicas adversas y con escasa iluminación solar durante el invierno boreal.

La misión CryoSat de la ESA, lanzada en abril de 2010, está estudiando las variaciones en el espesor del hielo marino.

En cuanto se dispongan de varios años de datos de CryoSat, será posible detectar pequeños cambios con gran precisión.

La misión SMOS de la ESA proporciona información complementaria sobre la extensión de las banquisas árticas, y sobre el espesor de las capas de hielo más finas.

Los datos generados por los satélites ayudan a comprender y a gestionar el cambio climático de forma más eficiente. Las medidas realizadas a lo largo de las últimas décadas constituyen un registro fiable de la evolución de las variables climáticas de nuestro planeta, y resultan imprescindibles a la hora de intentar comprender sus mecanismos de cambio.

La Iniciativa de la ESA para el estudio del Cambio Climático mantiene un archivo de datos que se remonta tres décadas, en el que se almacenan las medidas realizadas por los distintos satélites de la Agencia y de sus Estados miembros.

Esta información, combinada con los datos recogidos por las nuevas misiones, permite confeccionar rigurosos informes sobre un gran rango de variables climáticas, entre las que se incluyen la extensión y el espesor del hielo marino.


Fuente laflecha.net

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